Al menos eso dicen los aficionados a la tauromaquia. Pero no sé si esa frase podrá ser aplicable al V Encuentro Bloguero del Lejano Oeste que se celebró el pasado sábado 20 de agosto en La Viliel.la.
El comienzo del ataque ibioux |
Todo empezó, aproximadamente, a las 13 horas de ese día, cuando cuatro jóvenes, bellas y valientes guerreras de la tribu de los ibioux hicieron su entrada en el poblado cabreirokee con intención de tomarlo al asalto. Las acompañaba el hombre-medicina de la tribu, procedente de una tribu leonenche, el cual, mediante danzas rituales y frases misteriosas, las arengaba al ataque. Los gritos de guerra se oían por todo el poblado, y sus habitantes, entre asustados y asombrados, apenas se dejaron ver. Pero las decididas y belicosas muchachas no contaban con que, desde su tipi, el Gran Jefe Cabreiru Osu Roxu vigilaba todos sus movimientos, con atención especial a la morena que parecía llevar el mando.
Cuando llegaron a la tienda principal, creyendo ya vencida toda resistencia, el Gran Jefe hizo su aparición, empuñando el hacha de guerra (puesto que estaba cortando leña). Las asaltantes, sorprendidas ante tal muestra de valor, decidieron deponer las hostialidades y parlamentar. Se formalizó una tregua hasta la caída del sol, aunque no se fumó la pipa de la paz por estar prohibido fumar dentro de la Reserva de Muniel.los, y en su lugar se decidió intercambiar besos y apretones de manos (esto último entre el hechicero y el Gran Jefe, para no dar lugar a habladurías infundadas).
Poco a poco fueron llegando los asistentes, alguno de los cuales ya conocía este rincón perdido. Los más madrugadores, José Arias y su esposa, que era la primera vez que asistían a una reunión del Lejano Oeste. El último, El Chapras, autoridad suprema del territorio, que llevó el vehículo hasta la puerta pero que esperó prudentemente antes de bajarse a que las tribus indias hubiesen hecho totalmente las paces por si decidían celebrar el V Encuentro cortándole (aún más) la cabellera. Aunque se le recordó sutilmente su desaparición de la organización del evento.
Nuevamente mayoría absolutísima de ibienses (nativos o asimilados), quedando esta vez la representación canguesa en Pablo, y la lacianiega en Alto Sil (que ya hizo una magnífica crónica del Encuentro). Como siempre, se echó de menos a todos los que por diversos motivos no pudieron acudir (degañeses, y demás ibienses, lacianiegos y cangueses). Se contó con la presencia de la famosa escritora María del Roxo (que no habló de su libro), y con la de la Marquesa de La Viña, la cual, al comprobar que no sólo tuvo que andar 400 m, sino que ni siquiera había alfombra roja ni banda de música para recibirla, estuvo a punto de volver a sus posesiones poseída por la ira, aunque fue parcialmente aplacada por las atenciones posteriores.
No faltaron motivos, como ha sido habitual en todos los encuentros, para pasarlo bien: buena gente, buena y abundantíiiiiiiisima comida traída por los comensales (excelentes la rosca de la Marquesa y la tarta de feixolos de Mari; y hasta el Chapras trajo una tortilla, desafiando el veto del Consejo Superior), vino de La Rioja y La Mancha y otro di-vino traído por Berta y Gonzalo, sidra como para una boda real, orujo, licor de orujo... El tiempo, que no parecía en principio estar conforme con la jarana organizada, nos dejó disfrutar durante toda la jornada. Después de la orgía gastronómica hubo una breve incursión por el Territorio Prohibido, que contó con la totalidad de los asistentes.
Camino de la Zona Prohibida |
Antes de ir a la Zona Prohibida, recibimos la visita del Bandido de Tormaleo, que no pudo hacerse con ningún botín, a pesar de tener en su poder al Marquesito, acompañándonos ambos al paseo. No obstante, conseguimos engañarlo para que al marcharse se llevase a la Marquesa, con la excusa de que podía obtener un buen rescate por ella.
Como en toda juerga que se precie, no nos faltó la música: Ángel a la gaita, Sandra con el acordeón, el pandero y la pandereta (pero no a la vez), y Celia a la pandereta, haciendo gala de una excelente sincronización, hicieron las delicias auditivas de todos los asistentes, los cuales se animaron tanto que acabó organizándose un baile como si fuese la fiesta del lugar.
Sólo me queda agradeceros a todos vuestra asistencia y vuestra benevolencia para disculpar los fallos de organización (que los hubo...), que espero que guardéis un buen recuerdo de vuestra estancia en La Viliel.la, y que para mí fue una jornada inolvidable, como siempre que he estado en vuestra compañía. Ahora toca preparar el próximo (¡¡¡¡Chapras!!!!...).